miércoles, 7 de octubre de 2015

Gabriel García Marquez, Buen viaje, señor presidente



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En  un parque solitario de Ginebra,   estaba  sentado un anciano de setenta y tres años, que había regresado a este país después de dos guerras mundiales, por una sola razón:   buscar   una respuesta terminante para curar un dolor que médicos de la Martinica no lograron identificar.  El doctor menos notorio del hospital de Ginebra,  detectó la unión de dos vértebras, cito al  presidenteen su consultorio y le dijo señalando una radiografía: _ su dolor está aquí,
 El médico continuo diciendo_  Sr. presidente usted necesita una operación muy arriesgada e inevitable,  la incertidumbre por saber el margen de riesgo lo envolvió.
_Váyase tranquilo,  prepare bien sus cosas y avísenos cuando pueda realizarse su cirugía  pero eso sí, no olvide que cuanto antes será mejor, _ afirmo el doctor.
No era una buena mañana,  el presidente salió del consultorio médico muy preocupado y se dirigió  a la  cafetería de siempre,  “sin dejar de pensar en la muerte”,   donde empezó a leer el periódico,  la mesera le llevo la botella de agua diaria,  pero él decidió   tomar un café,  pese a estar prohibido y aunque hacia más de 30 años que había renunciado al habito por imposición de los médicos.  Pero él había prometido  que cuando sintiera la incertidumbre  que moriría volvería a tomarlo  y así lo hizo,  además quiso ver su destino volcando la tasa de café, donde vio que su vida era una incertidumbre.

Sintió que alguien lo miraba, entonces miro por encima de los lentes y vio a un hombre pálido y sin afeitar  que aparto su mirada al instante,  su cara le era familiar,   se habría cruzado con el varias veces en el hospital.
El presidente salió del lugar,  y se dio cuenta que alguien lo seguía, se detuvo dio media vuelta y el hombre que venía tras él  tuvo que parar en seco.
_”Señor presidente” murmuro
Empezaron a hablar,  el hombre que lo perseguía  era un empleado del hospital,  chofer de  ambulancia quien le hizo saber que estaba enterado de su salud y no precisamente porque fuera medico.  En medio de la conversación le tendió la mano y dijo: _ mi nombre es Homero Rey.
_ Que buen nombre, dijo el presidente.
Una cuchillada estremeció hasta los huesos al presidente  en mitad de la calle, y  se dirigieron hasta la fonda de pobres donde solía comer.
_ ¿Ya almorzó? _ le pregunto a  Homero
Aunque Homero no solía almorzar  el presidente le pidió que hiciera una excepción, y  lo invito.
Al igual que con el café,  también ordeno una costilla de buey que tenía prohibida,  mientras esperaban la carne,  retomaron el tema.
_Todo indica que moriré muy pronto,  _ dijo el presidente,   a lo que Homero respondió: _ alguien lo pondrá en el lugar que le corresponde como un  gran ejemplo de dignidad.
_ Había decidido no preocuparme por mi cadáver, _dijo el presidente_ pero ahora veo que debo tomar ciertas precauciones.  El almuerzo concluyo,  el presidente  se despidió de Homero  y afirmo que si todo salía bien volverían a versen.
 Homero Rey,   lo  invitó a comer en su casa,  pero su propósito no era tan inocente.   Como otros  choferes  de ambulancia tenía arreglos con funerarias y compañías de seguros para vender servicios dentro del mismo hospital,  eran ganancias muy mínimas, pero un buen consuelo,  para alguien que subsistía con un salario muy bajo  a duras penas con su mujer y sus dos hijos.
Su esposa Lazara Davis,  era una mulata fina de San Juan de Puerto Rico, Lazara Davis  una mujer inteligente y de mal carácter,  Homero por su parte era tímido,   pero ella  no concebía la vida sin él,  les había ido bien pero  los años venían  cada vez más duros,  de modo que cuando Homero Rey vio al presidente entre los enfermos incognitos del hospital,  se le fue la mano en las ilusiones.
Pero poco a poco se dieron  cuenta que el presidente no tenía dinero ya que vivía en un hotel de cuarta categoría en un barrio muy alejado y que comía en fondas muy pobres.
Lazara la mujer de Homero pensaba que se trataba de un avaro,  capaz de hacerse enterrar por la beneficencia en la fosa común con tal de no pagar, _ nunca le sacaremos nada_  afirmo ella.
_A lo mejor es pobre de verdad_ dijo Homero.
Pero  lo que reboso el vaso fue la noticia que Homero se reservo para el final, de que lo había invitado a comer camarones y aunque ella no lo acepto,  cumplió solo por su lealtad conyugal,  y comenzó a prestar cosas de valor con sus vecinos para  arreglar su casa y causar una buena impresión.
Cuando el llego ese jueves para cenar,  ella lo vio como: falso y rapaz, además le pareció impertinente,   pero  el presidente muy humilde habló con elcorazón, sin embargo a Lazara no le convenció.
Una semana después de la cena, Homero encontró al presidente esperándolo a la salida del hospital con la suplica que lo acompañara a su hotel y  le  pidió a Homero que le ayudara  a vender sus joyas de valor  porque no tenía dinero para sus gastos del  hospital.

Homero al ver estas joyas le exijo que le diera las facturas de compra para el poderle ayudar y venderlas,  pero el presidente le aclaro que eran muy antiguas y algunas eran parte de una herencia,  que  no había forma de tener facturas para estas joyas,  por lo cual Homero accedió a venderlas así.
Las llevo a su casa y las coloco sobre la mesa,  cuando Lazara   vio las joyas se asombro,  él le conto que debían venderlas,  ella accedió a la petición y salió con las joyas hacia una prendería,    pero la sorpresa fue más grande cuando descubrió que solo le pagarían por el oro,  porque   las piedras de los anillos no eran originales habían sido cambiadas en el transcurso del tiempo.  Ella recibió el dinero que le pagaron  y lo llevo  al presidente.
Entonces el decidió darle a Lazara  lo último que le quedaba un reloj, una montura de oro de sus gafas  y su  anillo de compromiso,   Lazara no quiso recibírselos  le devolvió el anillo y le dijo que una pieza de esas  no se debía vender,  además lo que tenia le alcanzaría para la cirugía.
El presidente fue operado durante cinco horas y al  cuarto mes de haber llegado de Ginebra le dieron de alta,  Homero era el administrador meticuloso del dinero del Presidente pago la cuenta del hospital,   pero el dinero no alcanzaba para pagar lo último y decidió  sacar el dinero del  ahorro de sus hijos.  Lazara muy resignada le dijo a Homero pensemos que se trata de nuestro hijo mayor.
El  11 de diciembre cuando ya se había mejorado,  lo embarcaron en el tren de Marsella bajo una fuerte tormenta de nieve y solo cuando  volvieron a casa encontraron  una carta de despedida  con su anillo de boda para Bárbara (la hija de Homero y Lazara),  el  anillo de oro de su esposa junto  al reloj de leontina para Lázaro, (el hijo de Homero y Lazara).
El tren empezaba a acelerar Cuando Homero cayó en la cuenta  de que se había quedado con el bastón, corrió para tratar de lanzarlo pero se fue  en medio de las ruedas y quedo destrozado,  el guardián  del tren alcanzo a agarrar de la bufanda al anciano que  por intentar  coger el bastón casi cae al vacio.
Después de mucho tiempo Homero recibió una carta del Presidente donde le contaba que los dolores habían vuelto pero él había decidido comer de todo e ignorar lo que le dijeran los médicos y que tenía muchas ganas de volver a su país para ponerse al frente de un movimiento renovador por una causa justa y una patria digna,  aunque solo fuera por la gloria mezquina de no morirse de viejo en su cama.

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